UN ROSTRO EN LA MULTITUD

 


Tengo el convencimiento que nada es casual en la vida. 

Las historias se repiten, cambian los personajes, pero el guion con más o menos acomodos sigue siendo el mismo.

En busca de cómo hacerle comprender mejor a Ud., mi querido lector, encontré una película de 1957, dirigida por uno de los grandes directores de cine, Elia Kazán, titulada “A face in the Crown” (Un Rostro en la Multitud).

Una película dramática y satírica a la vez que muestra el horror que significa fabricar, por los medios de comunicación, una imagen que puede ser devastadora para la sociedad.

Como ya lo he dicho en artículos anteriores hay desde hace más de 80 años, desde el término de la segunda guerra mundial, un plan siniestro para controlar el mundo por élites económicas y políticas, basadas en la teoría del gobierno mundial. En otras palabras, un mecanismo globalista enfocado en diversos aspectos que permitan controlar las conciencias de los hombres y, con ello, sojuzgar las naciones completas, para lo cual los medios de comunicación y los periodistas han cumplido un rol estelar: desinformando y mintiendo.

Uno de los ejemplos más categóricos de lo que sostengo es la Agenda 20/30 a la que muchos gobiernos, y particularmente el chileno, han adherido sin discusión, siguiendo el dulce sonido de la flauta de Hamelin. La derecha cobarde ha tenido como líder sacrosanto de las opiniones a abogados que ofician de periodistas, es el caso de Peña, quien se ha desnudado completamente en su condición de un izquierdista recalcitrante, dictando cátedra desde el “manifiesto” llamado “El Mercurio”.

Pues bien, la película a la que hago referencia tiene como argumento lo siguiente: A finales de la década del 50 una periodista local de una radio de Arkansas, en USA, se encuentra con un vagabundo borracho mientras graba un segmento de una cárcel para su programa radial. Ella lo invita a hablar con el público mientras éste toca su guitarra, canta con voz ronca y un humor folclórico. Su encanto personal lo hacen popular al instante. Ante esto, los ejecutivos de la radio lo incorporan al elenco radial de inmediato. Un escritor sorprendido por el carisma del vagabundo, encamina su destino hacia la popularidad, transformándolo en un crítico de los políticos locales y del sistema.

La radio tenía empresarios-patrocinadores y cuando el vagabundo carismático se burla de ellos, éstos retiran los auspicios, desatando la furia del pueblo quien sale a la calle a quemarlo todo. Especialmente, la fábrica de colchones, el mayor auspiciador de la radio. Al ver que la venta de estos productos podía aumentar con los dichos de este vagabundo, los empresarios volvieron a auspiciarlo. El vagabundo, entonces, regresa al aire con una nueva conciencia de persuasión.

Aparece en escena un nuevo protagonista, un estratega que maneja muy bien las tácticas del engaño y la influencia emocional en el pueblo.

Contrata al famoso vagabundo para un programa de televisión en Nueva York, para promocionar un reforzante energético que mejora la actividad sexual masculina que, el estratega, bautiza como pastilla roja.

De esta manera, se convierte en un influyente asesor de un candidato a la presidencia de la República. Su influencia recalca hasta el cansancio su origen humilde, la pobreza vivida, sus penas; pero que tocando la guitarra y cantando, puede lograr ser feliz; escondiendo la verdad de la real condición económica alcanzada que hoy le permite vivir elegantemente y con todo tipo de servicio a su disposición.

La fama lo hace intentar ser independiente y renunciar a su antiguo contrato, pero las condiciones del mismo y la inversión en su ascenso a la fama y la posibilidad de controlar el poder, se lo impiden.

Hay en la película también romance, el más importante es entre el vagabundo y la periodista que lo hace famoso. Ésta, arrepentida del monstruo que ha creado, lo visita en su lujosa mansión. Luego de una ardua discusión ella se marcha, dejando abierto un micrófono donde sus auditores escuchan los gritos de su ídolo, desnudando su verdad llena de mentiras y tergiversaciones, perdiendo así su impacto en el público ya que todo era falso.

Disculpen el “relato”; pero quizás mientras leían fueron asociando imágenes con la realidad actual. 

Bueno, tal como empecé esta columna nada es casual y hoy aparece, en vez de un vagabundo embaucador, una comunista mentirosa y un empresario manipulador de la imagen, llamado Partido Comunista, intentando llegar al poder con la misma estrategia y táctica, usada desde hace 120 años. 

¡No es casualidad, la historia se repite!

Sea como la periodista, arrepiéntase y deje el altavoz encendido, para que sus hijos y vecinos conozcan la ¡¡¡VERDAD!!! y no le crean al senador Galilea, a los medios de comunicación y al abogado Peña, ingenuos y estúpidos serviles del comunismo. 

 

 

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